Creación poética en nuevos contextos poesía en red y ciberpoesía

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Mar Campos-F.-Fígares

Resumen

En el presente trabajo nos aproximamos a las prácticas literarias con las que los jóvenes lectores tienen una mayor vinculación en la actualidad. La creación en las redes y la lectura a través de las pantallas han configurado un nuevo modelo de comunicación entre autores y receptores que necesitamos analizar para tener puntos de partida sobre los que edificar la educación literaria. El objetivo principal del trabajo es revisar las modificaciones surgidas a partir de las TIC en la creación y recepción de la poesía, por medio de la descripción de algunos de los contenidos literarios a los que los jóvenes acceden desde los dispositivos digitales.  Así, acotaremos conceptualmente dos grandes tipologías de lectura que requieren de habilidades muy diferentes, y ciñéndonos al ámbito de la poesía, uno de los géneros con gran auge entre jóvenes y adolescentes. Se concluye que se precisa una formación específica de mediadores en lectura y escritura no solo para visibilizar todos estos ámbitos, sino también para emplearlos en favor de la educación literaria.

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Cómo citar
Campos-F.-Fígares, M. (2021). Creación poética en nuevos contextos: poesía en red y ciberpoesía. Ocnos, 20(3). https://doi.org/10.18239/ocnos_2021.20.3.2547
Sección
Artículos
Creación poética en nuevos contextos: poesía en red y ciberpoesía

Mar Campos-F.-Fígares

Creación poética en nuevos contextos: poesía en red y ciberpoesía

Ocnos, vol. 20, núm. 3, 2021

Universidad de Castilla-La Mancha

Poetic creation in new contexts: networked poetry and cyberpoetry

Mar Campos-F.-Fígares *

Universidad de Almería, España


Recibido: 07 Octubre 2020

Aceptado: 30 Abril 2021

Resumen: En el presente trabajo nos aproximamos a las prácticas literarias con las que los jóvenes lectores tienen una mayor vinculación en la actualidad. La creación en las redes y la lectura a través de las pantallas han configurado un nuevo modelo de comunicación entre autores y receptores que necesitamos analizar para tener puntos de partida sobre los que edificar la educación literaria. El objetivo principal del trabajo es revisar las modificaciones surgidas a partir de las TIC en la creación y recepción de la poesía, por medio de la descripción de algunos de los contenidos literarios a los que los jóvenes acceden desde los dispositivos digitales. Así, acotaremos conceptualmente dos grandes tipologías de lectura que requieren de habilidades muy diferentes, y ciñéndonos al ámbito de la poesía, uno de los géneros con gran auge entre jóvenes y adolescentes. Se concluye que se precisa una formación específica de mediadores en lectura y escritura no solo para visibilizar todos estos ámbitos, sino también para emplearlos en favor de la educación literaria.

Palabras clave: Poesía; creación poética; respuesta lectora; educación literaria; relaciones lectura escritura; tecnologías web 2.0.

Abstract: In this paper we approach the literary practices with which young readers have a greater connection today. Creation in networks and reading through screens have configured a new communication model between authors and recipients that we need to analyse in order to have starting points on which to build literary education. The main objective of the present study is to review the modifications arising from ICT in the creation and reception of poetry, through the description of some of the literary content that young people access from digital devices, conceptually delimiting two major types of reading, which require very different skills and sticking to the field of poetry, one of the genres with great popularity among young people and adolescents. It is concluded that a specific training of mediators in reading and writing is necessary not only to make all these areas visible, but also to use them in favor of literary education.

Keywords: Poetry; poetic creation; reader response; literary education; web 2.0 technologies; reading writing relationship.

Literatura en red versus ciberliteratura

Literatura en red

Cuando planteamos la literatura en la red hablamos, obviamente, de aquella a la que podemos acceder a través de los dispositivos digitales. Y esta engloba tanto la literatura convencional digitalizada o editada directamente en formato electrónico, como aquella que ha sido creada precisamente porque las herramientas TIC permiten una interacción constante desde la génesis de las obras hasta su actualización, precuelas o secuelas… Y por supuesto en la promoción a través de la que se viene llamando comunidad BBB (bloggers, bookstagramers y booktubers) (Bellido, 2017; García y Gómez, 2019).

Esta literatura y sus usos recogen prácticas que, de alguna manera, ya se habían adelantado en papel: escrituras colaborativas o secuelas de fans como la clasiquísima El Quijote de Avellaneda, que Juan Carlos Rodríguez (2003) analiza describiendo la reacción a la impostura del propio Don Quijote, quien al encontrarse con su doble “va a descubrir no sólo que está escrito en su historia, no sólo que está reescribiendo su vida, sino que se la han escrito ya y de una manera inesperada e insólita” (p. 375).

El caso es que estas prácticas en el mundo digital se multiplican casi hasta el infinito y es importante ver “lo que hay de nuevo dentro de las cosas de siempre, como lo que hay de antiguo en las novedades” (García-Montero, 2018, p.13). Pero en cualquier caso siempre se muestra la producción de un individuo o grupo de individuos que participan en el acto creador de una obra que puede sumar a la palabra otros elementos de comunicación: dibujos, música, hipervínculos. Martos-García (2007, 2009a) realizó un estudio pionero acerca de algunas de estas prácticas de escritura/lectura que tenían en la red su sentido de existencia.

Y en estas dos muestras de literatura en red –la mera digitalización, a la que no volveremos a referirnos aunque sin duda hay que seguir estudiándola, (Arlandis y Rodríguez, 2021) y aquella que nace en la red– podemos encontrar un numeroso grupo de usuarios, de creadores-receptores, de escrilectores, lectoautores, etc. (Morales, 2013, p. 224), que invierten gran parte de su tiempo en disfrutar de la lectura y en recrearla/recrearse con ella.

Esta literatura creada en su mayor parte por gente joven ha encontrado en los lectores de su misma generación una acogida inmensa. Esto es lo primero que llama la atención: el gran número de lectores que están pendientes de estas obras y de sus creadores: “Estos autores que han convertido las redes en un vivero de lectores inesperados han logrado convertir la poesía, que se suponía que era algo contingente para los jóvenes del siglo XXI, en algo necesario” (Sánchez-García, 2018b, p. 212). Es una dimensión absolutamente impensable antes de las herramientas TIC, como ya adelantábamos, “casi un milagro” dirá con humor García Montero (2018, p.19), al referirse en concreto a la poesía, como género minoritario. Pueden consultarse los trabajos recientes de Sánchez-García (2019), Sánchez-García y Aparicio (2020) y Quiles-Cabrera (2020).

Se trata de textos para los que la web es un espacio de visualización, pero también de creación conjunta –de alguna manera–, con el lector. Sobre textos escritos en blogs, Instagram, etc., este puede dar alguna recomendación o aceptar sin reservas; puede influir en lo que el escritor, a veces inseguro, ha colgado públicamente. Quizá resulta en cierta manera masoquista, pero la realidad es que, tanto para el autor como para el lector, esta manera de andar “acompañado”, un poco como el niño que da sus primeros pasos supervisado por un adulto, es un proceso de creación que resulta altamente gratificante para ambos. Porque ya no es el autor anónimo del que solo (y no es poco) conocemos la obra fruto de su introspección, sino que, desde el primer momento le ponemos cara, pero también voz, y forma de moverse, y tono al leer o hablar…

Críticos y lectores más adultos miran con atención y cierta precaución este fenómeno lector que se vuelca en obras cuya calidad es puesta en entredicho. Lo más sintomático de esto es constatar cómo de momento no se entra, en general, a analizar las obras en sí tanto como el fenómeno. Adentrarnos en el análisis de escritores o fans no es el objetivo tampoco del presente artículo. Para esto puede consultarse, entre otros, Martos-García (2007, 2009a, 2009b) y Cassany (2010, 2012).

En cualquier caso, no podemos perder de vista que hay que tener en cuenta que determinados criterios, para considerar una obra “de calidad”, están sujetos al momento histórico en el que se producen estas obras, y también al momento en que se producen tales juicios. De ahí el profundo debate en torno a la ampliación del canon lector y la búsqueda del equilibrio entre los clásicos y los textos patrimoniales y las nuevas manifestaciones a las que nos estamos refiriendo (Palmer, 2019).

Ciberliteratura

Frente a las prácticas expuestas de literatura en red, de muy fácil acceso, encontramos lo que se ha llamado ciberliteratura, literatura electrónica –digital, virtual…– puesto que no hay consenso sobre el nombre con el que referirnos a este fenómeno (Morales, 2013), que entraría dentro de lo que Aarseth (1997) llama literatura ergódica. Pero sí hay acuerdo en que estas obras solo pueden disfrutarse a través de los soportes digitales, es imposible pasarlas a papel. No es factible porque cada obra exige para desarrollarse plenamente un determinado programa o software, así como la interacción del lector. Y no solo eso. A medida que la producción de estas obras se ha ido sofisticando encontramos que, con frecuencia, los textos se completan de manera diferente según el lector, e incluso es imposible que se repitan dos veces de manera idéntica. Esta es una de las características que hace muy difícil establecer una tipología.

Tomemos como ejemplo la obra de Santiago Ortiz, Bacterias argentinas de 2004, que es considerada narrativa por el propio autor1. En esta obra se constata cómo las fusiones de las Vanguardias alcanzan a través de las TIC una dimensión que ya no permite apenas recorrer los caminos de ida y vuelta, aquella Rayuela de Cortázar y todos los libros infantiles del tipo “descubre tu propia aventura”. Después veremos cómo esto es aún más complejo para la ciberpoesía. Escandell (2019) destaca tres particularidades que caracterizan a las obras propias del ciberespacio, obras digitales, etc.: su carácter experimental; la necesidad de una guía para poder disfrutarlas en ese deambular entre “algoritmos y elecciones” y la “socialización de su producción” al tenerse que contar con un equipo de trabajo interdisciplinar para su producción.

Así, observamos que la ciberliteratura requiere de unos conocimientos y habilidades diferentes para poder ser disfrutada, una alfabetización mediática (Martínez-Ezquerro, 2019b) superior que nos habla de conocimientos técnicos que no son tan populares como en el caso de los que se emplean en la “literatura en red”, por mantener la diferenciación nominal que hemos establecido. Gache (2006) subraya el carácter de instrucción en este tipo de obras, según constatamos en las siguientes afirmaciones:

La noción de instrucción, por otra parte, está implícita en la naturaleza programable de las computadoras y, por ende, son connaturales a estas manifestaciones.

En este tipo de textualidades, la obra se pone en acto al ser activada por el lector, a partir de sus acciones y elecciones y reescrituras. Aquí, las fronteras entre lectura y escritura son lábiles.

Como se planteará más adelante, ahora mismo estamos en un polo opuesto: frente a la difusión máxima de la literatura en red, encontramos unas obras que, de momento, están destinadas a un público selecto, de entre los excéntricos o frikis de lo digital. Son textos para lectores/creadores muy minoritarios, con cierto dominio del espacio informático, habilidad sin la cual sería muchas veces imposible no solo acceder a las creaciones sino, sobre todo, componerlas. De ahí que suelan ser obras de autoría colectiva en las que pueden intervenir programadores, escritores, especialistas de sonido… Y es aquí donde aparece algo que le da un carácter rotundamente insólito: ese escritor-creador puede ser un ser humano, pero también puede serlo la misma máquina. O una actuación conjunta. (Morales, 2013, 2019; Saum-Pascual, 2018; Escandell, 2019).

Parece claro que cuando incluimos la máquina como creadora estamos otorgando a la inteligencia artificial una cualidad que hasta ahora creíamos exclusiva de la mente humana. Esta relación cada vez más compleja entre los seres humanos y la tecnología nos lleva a escenarios nuevos, “A tecnologia não apenas penetra nos eventos, mas se tornou um evento que não deixa nada intocado” (Santaella, 2003, p. 30).

En las escasas dos décadas que han pasado desde la publicación del mencionado trabajo, los dispositivos electrónicos se han multiplicado y la inteligencia artificial llega hasta dispositivos que penetran en lo más profundo de nuestra intimidad. La relación con ellos se produce precisamente a través del lenguaje oral. Hablamos y nos responden. No podemos dejar de pensar en la reflexión que adelantaba la citada Santaella:

As máquinas vão ficar cada vez mais parecidas com o ser humano, e não o contrário. É nessa direção que caminham as pesquisas atuais em computação. Mas, ao mesmo tempo, também não se trata de desenvolver ideologias salvacionistas a respeito das tecnologias. Se elas são crias nossas, inevitavelmente carregam dentro de si nossas contradições e paradoxos (2003, p. 30).

Es desde luego algo que seguirá estando una y otra vez en el centro del debate, a nivel global, no solo cultural, como la afirmación de Tochi desde otro punto de vista sobre la situación paradójica que presenta este fenómeno:

–la que quiere transformar al ser humano en una máquina– los robots que podrían sustituir a los seres humanos incluso en los trabajos más vitales, como la medicina, nos dan miedo porque nos recuerdan en qué medida nosotros, seres humanos, hemos llegado a convertirnos en máquinas (2020, p. 7).

Poesía en red y ciberpoesía

Poesía en red

Si tenemos en cuenta las estadísticas de ventas de libros, o la presencia del género en los libros de texto, tenemos que reconocer que el género poético es el menos frecuente entre los preferidos por los lectores.

Un estudio encargado por la Federación del Gremio de Editores de España (CONECTA, 2019) visibiliza la lectura tanto en papel como en formato digital de libros electrónicos y, aunque recoge el uso de otros espacios de lectura como blogs y redes sociales no se especifica la lectura en los mismos de los distintos géneros literarios, de forma que las estadísticas se corresponden solo con la práctica de la lectura en formato libro, sea este en papel o digital.

De los libros comprados en España en 2018 solo el 1.5% es de poesía. Frente a otras épocas, como nuestro siglo de Oro en el que era el género por excelencia, u otros países como Irán en el que continúa siéndolo, los lectores de poesía parece, aparentemente, que están en recesión. Sin embargo, aunque esto es en parte verdad, hay muchas prácticas lectoras visibilizadas en otros ámbitos que no son computadas y que, en el caso de la poesía, tienen una enorme trascendencia. Quiles-Cabrera y Martos-Núñez (2019) aluden en su trabajo a grupos activistas como el de Acción Poética y otras prácticas de emprendimiento relacionadas con la difusión de la poesía en contextos urbanos. La existencia de estas tendencias lectoras y la inquietud por fomentar el conocimiento y disfrute de la lectura de poesía han llevado a algunas instituciones a tratar de recoger tales prácticas para darles la mayor difusión posible y ofrecer así a los lectores este género que, con las TIC, integra ese carácter colaborativo y multimodal que puede ser esencial a la hora de fomentar el gusto por la lectura en general, y por la lectura de poesía en particular. Es el caso de la Fundación Cultural Miguel Hernández que propició el proyecto Poesía en red y ciberpoesía2.

Un trabajo pionero de Valverde (2017) pone en valor esta poesía juvenil y plantea las controversias generadas por esta creación en red. Sánchez-García (2018, 2019) hace un trabajo excepcional a la hora de rastrear la producción poética de jóvenes que escriben desde un primer momento para difundir su obra por la red. Es una reflexión sobre la producción de la poesía pues no se trata simplemente de alcanzar una difusión muchísimo mayor, sino que, en sí, la forma de escribir poesía cambia totalmente. Del escritor aislado que solo entra en contacto físico con sus lectores en las presentaciones de sus libros, pese a la íntima relación unidireccional que se establezca a través de la obra en la intimidad de la lectura, ahora el poeta conoce al lector y es conocido por este. Se trata de un proceso inverso a la hora de hacer el camino desde el lector al texto: ya no se lee un texto porque el autor es reconocido e importante, sino que porque al lector le ha atraído un texto en la red, se llega a empatizar con el autor. No es la proyección historiográfica de la didáctica de la literatura– autores y análisis de obras- la que establece el puente para los jóvenes y adolescentes, sino la propia práctica lectora entendida como juego, como distensión y como tarea relacionada con el ámbito digital (Iribarren, 2016). Este factor es el que ha de ponernos en guardia como mediadores y debe ser tomado como punto de partida. Cuando el estudiante que se autodefine como no lector (porque no acude a libros de literatura en papel) sea consciente de que al ser un seguidor empedernido de determinados bookstagrammers o jóvenes poetas en red su vínculo con la literatura es mucho mayor de lo que pensaba, será más consciente de su Yo lector. Y este será un momento de inflexión para acercarlo a la literatura del canon.

Con frecuencia forma parte de la poesía todo esto que la enmarca en esa nueva relación virtual que parece mucho más íntima. Pero, de una manera absolutamente peculiar, esta relación lleva con frecuencia a que estas obras finalmente sean trasladadas al papel; a que el lector (y el autor) quieran tener en sus manos una obra física a la que “abrazar”, que pueda subrayar o marcar de diferentes maneras, que pueda tener dedicada y firmada por su autor de manera exclusiva.

Salvo trabajos de investigación como los citados de Sánchez-García, los de Rodríguez-Gaona (2019), o los de Rivero-Taravillo (2019), –crítico este último que considera directamente que estas obras son muy deficientes–, es frecuente encontrar expresiones como “dejando de lado la calidad o no de esta poesía”, “sin entrar a considerar si esto es literatura o no…”. Ante esto, insistimos, es importante encontrar el equilibrio para que, como apuntábamos líneas arriba, podamos abrir el abanico de posibilidades que acerque al lector potencial a la creación literaria.

No se trata de rastrear lo que ha supuesto en sí el cambio en la poesía, sino de ser conscientes de que de la reflexión e intimidad reclamada como derecho por Virginia Wolf (“el derecho a un cuarto propio”), se ha pasado al “derecho a un escaparate público”. Benegas, en su texto sobre las nuevas poéticas lo describirá así: “De un mundo que latía con el recuerdo y la memoria entramos en el puro presente, veloz y cambiante” (2017, p. 397). Así que, para esta escritora en el día de hoy “la atención, dispersa, produce escrituras a vuela pluma, desprolijas, que fundan su autenticidad en el reflejo instantáneo. Este peligro acecha más que nada a los nativos digitales”. (2017, p. 397). También Luis García Montero (2018), actual director del Instituto Cervantes, defensor de los poetas jóvenes, quiere no obstante poner cierto punto de reflexión necesario en algunas de estas nuevas producciones que abundan en la red. El cambio es enorme pues condiciona sobremanera el momento de la escritura. Se ha pasado a que la presencia real del lector a través de las redes pueda marcar el desarrollo de la obra. El poeta, nos dice Sánchez-García (2018), “prueba” sus textos con el lector, casi a modo de tanteo, como si de cualquier otro producto se tratase. Sabe qué poemas tienen más éxito, más likes. Puede reescribir, pulir, cambiar todo lo que se le proponga y juzgue que merece la pena.

De este modo, solo una vez que la autora o autor está muy seguro de la recepción que espera, se decide por la publicación en papel, que ahora también ha cambiado radicalmente. Si antes el poeta iba en búsqueda de editoriales y conseguía pequeñas ediciones, ahora, con frecuencia, son las editoriales, muchas veces pequeñas empresas, las que están atentas a poetas en redes sociales y se ofrecen a sacar un libro a estos creadores. Así las editoriales se benefician de ese trabajo de criba, como lo hacen otros medios, como el caso descrito por Jenkins sobre la cadena de TV americana Current, que tenía el propósito de que la cuarta parte de sus emisiones procedieran de productos realizados por aficionados, previa selección hecha por los mismos espectadores en una determinada página web (Jenkins, 2008, p. 239).

Así, estamos viendo que, en esta cultura de la convergencia, editoriales y televisión –entre otros– se guían por el criterio del espectador (lector), sin el filtro de especialistas que garanticen la vertiente de calidad o de rigor, según se trate, de las obras. Muchas veces el mundo de la cultura vive condicionado por los índices de audiencia y el volumen de ventas de un determinado producto. Pero esta cuestión abriría un nuevo espacio para el debate y la reflexión, que podrá ser retomada en futuros trabajos.

Hablamos, pues, de escritores y obras que han nacido en la red. Que han crecido gracias al riego de los seguidores que se multiplican exponencialmente y que interactúan con él o la poeta. Así que ahora no cuenta solo lo que transmita la obra en sí, su lectura, sino que influye en esta recepción, de manera decisiva, las simpatías personales que despierte el autor o autora: si es una persona dinámica, que contesta a correos electrónicos y sugerencias, que sabe hacerse sentir reconocido al lector en su poder de darle al like, e incluso si su ideología coincide con la del lector, tiene garantizados un mayor número de seguidores/lectores, independientemente de la calidad de sus textos. Y es significativo que gran parte de estos escritores sean mujeres, de la misma manera que lo son gran parte de los receptores (Rosal, 2018; Sánchez-García, 2018; Sánchez-García y Aparicio, 2020, Arlandis 2018).

López-Souto (2019) resalta la idea de que este género, pese a haber nacido en la red, tiene como objetivo el libro impreso pues la relación del lector con la poesía tiene implicaciones de alguna manera sentimentales, en las que poseer el objeto físico para poder releerlo, señalarlo, pasar las páginas, es especialmente importante. Y es una idea que los mismos autores expresan directamente: hablan ante todo del libro impreso, al que han podido acceder porque las editoriales se han fijado en ellos. Uno de estos autores, Santatecla (2019), para animar a otros a que escriban en la red, comenta: “nunca sabes quién te está leyendo, puedes interesar a un editor”. Esto explicaría cómo las firmas de libros de conocidos booktubers o bookstagrammers son a veces más extensas e intensas de lo que se esperaba: si son autores en red, se da por hecho que sus lectores se quedan en la red; sin embargo, observamos cómo este fenómeno desvela una realidad muy distinta. Lo que comenzara en la red ahora busca la letra impresa.

En ese proceso invertido señalado por Sánchez (2018), las editoriales juegan sobre seguro. Aunque, en principio, son las pequeñas editoriales las que se arriesgan a publicar estas obras, cuyos autores son respaldados por los lectores en red, hoy día hay también grandes editoriales que apuestan por estos jóvenes autores. En realidad, es una competición poco arriesgada pues, por mencionar algunos casos de la joven poesía española, tenemos a Lena Carrilero, cantautora que incorpora música a sus escritos y cuenta con más de 13.000 seguidores; Santatecla con más de 40.000; Sara Búho con más de 300.000 o Elvira Sastre que sobrepasa los 400.000, según los datos extraídos de sus respectivas cuentas de Instagram, el 19 de marzo de 2020.

Ciberpoesía

Al igual que ocurre al estudiar la literatura en general, cuando se habla del género poético, se constata que la distancia de la “poesía en red” con la ciberpoesía es inmensa. Saum-Pascual (2019), una de las investigadoras que más está trabajando estos temas en el momento actual, explica lo que es la ciberpoesía, pero empleando para ello los mismos recursos estilísticos que los empleados para crear un ciberpoema. Nicanor Parra (1972, p. 33), para definir lo que era la Antipoesía, había partido de la pregunta becqueriana, convenientemente adaptada, “y tú me lo preguntas? Antipoesía eres tú”, escrito sobre una bandeja de papel. Ahora Saum-Pascual retoma la misma idea: “¿qué es ciberpoesía me preguntas…?”, y responde con una suerte de documento que lo describe con un complejo ejemplo3. La página de inicio, mostrada en la figura 1, presenta en el centro de la imagen una pantalla donde aparece: “Bécquer dijo que la poesía…”. Todas las pantallas están activas a la vez, el sonido reverbera, cada elemento aporta algo diferente. Se trata de un documento sumamente interesante que nos introduce en el mundo de la creación digital.

Pero se pueden encontrar otras matizaciones que tal vez ayuden a comprender mejor la complejidad. Morales (2013) advertía de la dificultad de su clasificación, no solo por la hibridación de códigos sino también por “la dificultad de identificar en estas creaciones los rasgos estructurales mediante los que habitualmente reconocemos la poesía, la narrativa o el teatro” (p. 97).

Página web ¿Qué es la ciberpoesía?
Figura 1
Página web ¿Qué es la ciberpoesía?


Capparelli et al. (2000) realizan una revisión detallada sobre esta ascendencia que configura la ciberpoesía describiendo con detalle los diferentes movimientos en Europa y América y destacan:

A vanguarda, enquanto ruptura epistemológica, somente adquire sentido enquanto não separarmos projeto estético e pensamento teórico. Os seus atributos físicos são categorias: o princípio construtivo, a abstração e a ambigüidade atestam a intensidade de princípios estéticos irredutíveis ao controle da prática artística. (2000, p. 69)

Capparelli et al. (2000, p. 76), sí se atrevían a presentar, en este temprano estudio, una categorización de los tipos de ciberpoesía atendiendo a las distintas “experimentaciones poéticas”, según vemos a continuación:

  1. 1. Galerias e coletâneas em rede.

  2. 2. Fábrica de poemas a partir de programas informáticos

  3. 3. Poesia sonora, donde se rescata la importancia de la poesía oral

  4. 4. Poesia declamada, en páginas donde los propios autores recitan sus obras

  5. 5. Nova poesia visual, a la que algunos acceden a través de la poesía y otra de las artes plásticas

  6. 6. Poesia cinética

Sin duda una investigadora/creadora de referencia en este ámbito es la mencionada Gache, pionera en el ámbito hispano del estudio y creación cibernética. En su Lecturas nómades dedica un capítulo –“Máquinas”– a hacer un recorrido histórico sobre estos artefactos con inteligencia artificial, desde las imaginadas, como en Pinocho de Collodi, a las actuales computadoras. Pero, sobre todo, en este mismo capítulo hay un espacio que denomina “poesía en códigos”, donde apunta a una serie de características comunes entre el lenguaje poético y el mecánico que sería la esencia misma de esta ciberpoesía:

se caracteriza por moverse en una zona de contaminación y contagio entre la dimensión del código y el texto literario, entendiendo la escritura igualmente como código y definiendo tanto a una como a otro como conjuntos de signos alfabéticos.

El hecho de que sea imposible distinguir un código ejecutable por unas máquinas de otro que no lo sea da lugar a poesías de código como las de Jodi, mimetizadas con los virus informáticos (2006, p. 199).

Si para el primer bloque de “poesía en red” el debate (o uno de ellos) estaba en torno a la calidad de las obras, en este caso de la ciberpoesía la discusión estaría en si consideramos que lo que tenemos ante nuestros ojos es poesía, o es otra cosa. Sus creadores son, sin duda, como ya se ha dicho, herederos de las vanguardias, momento en el que se produjo ese mismo debate. No solo en la poesía, se cuestionaba el arte en general: la pintura, la música. Finalmente, estos movimientos se hicieron un hueco en la historia del arte y de la literatura en particular. Y aunque en el espacio virtual la presencia femenina es minoritaria, esta distancia se está cubriendo rápidamente (Borham-Puyal, 2019; Lozano-Marín, 2019).

Así que se considera la ciberpoesia como parte de las nuevas Vanguardias, con su estética fascinante pero difícil de asimilar, que requiere de un esfuerzo importante por parte del receptor, de una intencionalidad por desentrañar qué le ofrece la obra que tiene ante sí. El lenguaje, la palabra, sigue siendo lo esencial para los autores, por eso defienden el componente poético, literario de sus producciones. El “lector”, tal vez no es consciente de ese protagonismo de la palabra pues todos esos otros elementos que la acompañan, que frecuentemente la deconstruyen para recomponer estructuras lingüísticas y otros elementos, ocupan un lugar protagonista. Pero el paso de este lector para convertirse en autor en estos formatos apenas se produce “porque asumen que no son capaces o porque sienten que no tienen las herramientas apropiadas para ello” (Escandell, 2020, p. 101). Es por esto, por esa “ausencia de herramientas”, por lo que Escandell reclama una mayor formación para los alumnos que se interesan en estas obras, pero es obvio que eso pasa por una mayor formación del profesorado en la misma dirección.

Martínez-Ezquerro y Quiles-Cabrera (2019) tratan precisamente de la formación de los docentes y describen prácticas específicas de gran interés para el acercamiento a diferentes tipos de poesía visual y poesía en red. En cuanto a la ciberpoesía, Gomes-Thomas y Santos e Silva (2017) proponen justamente esa necesidad de acercamiento didáctico a través de la obra de Rui Torres, quien se aproxima a los clásicos portugueses en su blog, donde por medio de motores textuales se puede reescribir algunos poemas “recriando-os a partir do mesmo eixo sintagmático porém podendo realizar inúmeras combinações a partir de palavras armazenadas em um vasto eixo paradigmático” (2017, p. 2).

Como se aprecia en el caso de Gache, los creadores son también muy conscientes de la necesidad de ser didácticos para poner al alcance de todos estas obras atractivas, pero de gran complejidad.

Conclusiones

La revisión teórica que ha venido ocupando este trabajo nos conduce a unas conclusiones sólidas que ponen de manifiesto que los nuevos contextos digitales muestran insólitas prácticas lectoras, así como el incremento exponencial de lectores de poesía vinculados con la llamada Generación millennial y sus sucesores. Tal vez por ser realidades percibidas teóricamente como minoritarias, -esta percepción es cuestionada por el número de ventas de los libros considerados dentro del género poesía por estos jóvenes autores-, siguen sin ser un fenómeno que se haya estudiado con la debida profundidad, salvo por contados investigadores (Sánchez-García, 2018a o Rodríguez-Gaona, 2019). Y sin embargo es un escenario muy significativo, porque revela a un amplio grupo de jóvenes lectores, y sobre todo lectoras, que son activos y seguidores de poetas que han decidido darse a conocer a través de la web (Sánchez-García, 2018b).

Este espacio para compartir en el que aparecen, de manera expuesta y sin pudor, los primeros versos del incipiente escritor, y donde más tarde va afirmando su palabra y voz personal, hace sentir al lector o lectora una especial empatía en el juego creativo, una suerte de comunión en la que, con sus comentarios, likes, ese lector activo siente que su palabra tiene trascendencia, forma parte de algo y ayuda al autor a construir una obra, a hacerla realidad, una obra que puede llegar a ver plasmada en papel y que puede hojear entre sus manos.

De todo lo expuesto en las páginas previas queda claro que también ese lector puede encontrar un espacio radicalmente nuevo en otro tipo de escritura rompedora, que va mucho más allá de la divulgación a través de internet, de textos que más tarde pueden plasmarse en papel. Frente a esto, lo que se ha denominado “ciberliteratura, ciberpoesía, poesía digital, etcétera, ofrece una nueva forma de creación ecléctica, que requiere necesariamente de los medios tecnológicos más actuales, sin los cuales no puede existir (Koskimaa, 2007; Morales, 2013; Escandell, 2019), cuyas claves de producción y lectura son sumamente complejas pero que contribuyen a difundir el interés por la palabra, por el arte entre un lector joven que se siente cómodo en estos espacios que cree reservados de alguna manera para él o ella (Corral-Cañas, 2012).

Con la delimitación conceptual de los dos términos: ciberliteratura y literatura en red hemos establecido un marco epistemológico sobre el que habremos de partir a la hora de plantearnos un nuevo modelo pedagógico para la educación literaria. El conocimiento de estas dos realidades de moderna creación poética empieza a descubrirse como un lugar aventajado para el fomento de la lectura y también de la escritura entre nuestros niños y jóvenes. A la luz de lo investigado, el proceso de creación y el de recepción de las obras poéticas se ha transformado sustancialmente en esta era digital y esos cambios se han concretado en un aumento sustancial de número de lectores que se acercan a los textos poéticos, lo cual implica la necesidad de una alfabetización más amplia, una multi-alfabetización que el mediador ha de ser capaz de potenciar en ese lector en formación.

Se trata también de que esas lecturas pasen a constituirse en “hábitos”, que haya una continuidad y se le otorgue a la lectura un valor en sí misma (Yubero et al., 2009), y se proponga, en la interrelación propiciada por la misma plataforma digital, un lugar de confluencia entre la lectura y la escritura que afiance este acercamiento a la poesía, y al lenguaje literario (Martínez-Ezquerro, 2019a) dentro y fuera de las aulas (Cordón 2016; Sánchez-García y Yubero, 2016).

Referencias

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Notas

1 Podemos acceder a través del siguiente enlace: http://moebio.com/santiago/bacterias/

2 Puede consultarse en: http://revistacaracteres.net/poesia-en-red-y-ciberpoesia/

3 Puede consultarse en: http://revistacaracteres.net/poesia-en-red-y-ciberpoesia/que-es-ciberpoesia/

Notas de autor

* Correspondencia: mcampos@ual.es

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ISSN: 2254-9099
Vol. 20
Num. 3
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