El lugar de Elena Fortún en la Literatura Infantil y Juvenil
El interés por la obra de Elena Fortún (pseudónimo de Encarnación Aragoneses) ha ido creciendo desde los primeros años del siglo XX. A los estudios precedentes de los años ochenta y noventa se unen perspectivas posmodernas que afianzan el lugar que ocupa la narrativa de Aragoneses en la literatura infantil y juvenil. Resulta, por lo tanto, necesario recoger ahora los trabajos más relevantes en un estado de la cuestión que contribuya a organizar el pensamiento que ha determinado la consolidación de Fortún en la historiografía literaria infantil, en aras de poder facilitar a los mediadores la comprensión de su corpus y su puesta en práctica en el aula actual.
El objetivo de este estudio será, pues, el análisis de la bibliografía existente en torno a la figura y a la obra de Encarna Aragoneses. Está organizado en dos grandes bloques: diacrónico, en primer lugar y sincrónico en segundo lugar; con el fin de dar cuenta del lugar que ocupa Elena Fortún en la literatura infantil y juvenil del siglo XX. El primer bloque lo constituyen los estudios que abordan el análisis del discurso de la autora y la labor recopiladora de sus textos llevada a cabo por diferentes investigadores. El segundo bloque, articulado a través de la perspectiva de género y del análisis de la obra de Aragoneses en el marco teórico de la construcción de identidades, parte de los últimos estudios publicados y centra el estado en el que se encuentra, hoy, la investigación sobre la vida y la obra de la autora de Celia.
Consideraciones sobre el análisis de la obra de Elena Fortún en la LIJ desde una perspectiva cronológica
El análisis del discurso de Elena Fortún
El terminus a quo que se establece para valorar la presencia de Elena Fortún en la historiografía literaria infantil es, una vez más, la obra de Bravo Villasante (1979 y 1983). En el primer texto, Bravo incluye algunos relatos de la serie Celia: Los Reyes Magos (Celia, lo que dice), Celia, colegiala y La gran ceremonia (Celia y sus amigos), el capítulo VII de Celia en el mundo y los cuadros I y II de su obra El milagro de San Nicolás. Las razones de esta selección las aduce en su Historia de la literatura infantil española (1979) y en un artículo publicado el 1958, cuyo texto es el que recogerá en la monografía posterior. Dada la importancia de esta obra como una de las principales impulsoras de la canonización literaria infantil del siglo XX, es necesario subrayar que el lugar que ocupa Elena Fortún se debe, no solo a su éxito indiscutible en el mercado editorial, sino, sobre todo, a haber erigido a Celia en uno de los personajes favoritos de los lectores; que fueron, en última instancia, quienes le dieron vida a lo largo de varias décadas.
Así, Bravo-Villasante (1958) sitúa, como hitos de lo que denomina “nuevo concepto de cuento infantil” (pp. 583-590), los textos de Bartolozzi y de Elena Fortún. Este estudio, que fue publicado a finales de los años cincuenta, resume brevemente el valor de la obra de Encarna Aragoneses en el marco general de la LIJ, puesto que defiende con fervor la originalidad del discurso de Celia como personaje para niños que relata desde la mirada infantil, alejándose de “aquellos niños cursis del siglo XIX, fabricados a imagen y semejanza de sus pedagógicos preceptores” (Bravo-Villasante, 1958, p. 588). El personaje protagónico pasa de ser una mera herramienta adoctrinadora de los lectores para constituir, en sí mismo, un ser independiente y con capacidad crítica; además de favorecer el desarrollo de un discurso espontáneo cuyo sentido del humor sea grato tanto para el lector joven como para el adulto.
Sin embargo, habrá que esperar a los años ochenta del pasado siglo para encontrar el origen de la revalorización actual de la obra de Elena Fortún. Nos referimos al homenaje coordinado por Bravo-Villasante, Field, García y García-Padrino en 1986, con motivo del centenario del nacimiento de la autora. Los aspectos biográficos, hoy ampliados por otras investigadoras (Fraga-Fernández-Cuevas, Capdevila-Argüelles o Melián-Pérez) fueron apuntados por Bravo-Villasante; mientras que el análisis de su discurso literario fue encargado a García-Padrino. Por otra parte, García (Bravo Villasante et al., 1986) resumió los problemas bibliográficos que rodearon su obra y la aportación de Field resultó trascendental para iluminar la sombra que planeaba sobre la etapa vital de Aragoneses durante su exilio en Argentina.
Especial interés merece, para nuestro estudio, el trabajo de García-Padrino (2000), puesto que es el único en el que se aborda, de manera íntegra, el análisis del discurso literario infantil fortuniano, al margen de otras perspectivas biográficas. Al prestar atención al lenguaje de Celia y al universo literario que le rodea, así como a las estructuras principales que enriquecen su obra, asienta los pilares sobre los que cualquier estudioso, tanto desde el punto de vista filológico como de la educación literaria, debe sustentar su trabajo. No obstante, necesita ser completado con otros estudios que desgranen, con mayor detalle, los entresijos narrativos que hilan todos los elementos de la serie, pues de ellos debe partir el acercamiento de estas obras a los lectores del siglo XXI.
A partir de este homenaje, la bibliografía sobre la obra de Elena Fortún se ciñe, en la mayoría de los casos, a un análisis de sus novelas como trasunto de la construcción de la identidad de la autora, ya sea desde una óptica de género o desde su relación con otras literatas de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, persiste una corriente de estudios que, con cierta continuidad, ha abordado el análisis del discurso fortuniano; pero todavía sin ofrecer una visión pormenorizada de sus textos. Debemos precisar, no obstante, que al resurgimiento del personaje de Celia ha contribuido eficazmente el desarrollo de actividades de carácter divulgativo. Sabida es la importancia que posee el estreno de la serie Celia de José Luis Borau para TVE en el año 1993, promovido por Carmen Martín Gaite (quien, además, ofreció un ciclo de conferencias sobre Elena Fortún en la Fundación Juan March de Madrid) pero no debe olvidarse el documental de Ana Vega Toscano para RNE en 2016, con el título ¿Quién fue Elena Fortún, la autora de Celia?, amén del reciente ciclo Sendero Fortún, que representó el Centro Dramático Nacional con texto de María Folguera (febrero-marzo de 2020). A ellos se añaden las reediciones de cuatro novelas en la editorial Alianza en la última década –Celia, lo que dice (2014 y 2020), Celia en el colegio (2017 y 2020), Celia en el mundo (2018) y Celia y sus amigos (2016)– que ponen de manifiesto la consolidación bibliográfica del personaje y la trascendencia de la figura de la autora a los eventos de divulgación literaria.
Su narrativa, género en el que se desenvolvió Elena Fortún con mayor soltura (o fortuna editorial) fue reivindicada a finales de los años noventa del pasado siglo por Escobar-Bonilla (1997), revalorización que continuó ya a partir del paso al siglo XXI (Cerrillo, 2000; Sotomayor, 2008 y Fernández-Cuevas, 2012). Escobar-Bonilla (1997) sitúa la obra de Elena Fortún en la época de esplendor literario bautizada como “Edad de Plata”; completando el corpus adulto con los textos dirigidos a niños cuyo valor literario hoy apenas se discute. Sin embargo, nos parece especialmente interesante la partición de la obra de Fortún en dos grandes bloques, divididos, como cabía esperar, por el muro que levantó la Guerra Civil. Escobar-Bonilla (1997) se centra acertadamente en la primera época, abordando cuestiones como la recurrencia de personajes, la ligereza de la trama, el papel de los prólogos o la oralidad que protagoniza las distintas narraciones, todas ellas encabezadas por un “narrador extradiegético que desaparece rápidamente” (p. 9). Apunta brevemente, por último, la presencia de algunas fórmulas narrativas que enriquecen la acción, tales como la transtextualidad o la metaficción; asuntos que, hasta ese momento, la crítica había obviado.
Por otra parte, Cerrillo (2000) dedicó también una mirada generalista al discurso de Celia sin añadir nuevos elementos de análisis a los ofrecidos por García-Padrino (2000) o por Escobar-Bonilla (1997), pero logra reavivar la lectura de Celia al ser publicado en una revista española de gran difusión de la LIJ, CLIJ Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil. Así, realzó el valor que Fortún dio al fluir de la lógica infantil como elemento principal de su obra, en un bildungsroman que acepta la mirada y el oído cómplices del lector. Además, apunta las líneas principales de análisis del discurso de la serie Celia como retrato de la burguesía culta madrileña, que plasma (parcialmente) ideas educativas ligadas a la Institución Libre de Enseñanza y al Lyceum Club (Cerrillo, 2000, p. 34). Síntesis, pues, de lo que hoy suelen introducir los artículos que se publican sobre la obra de Fortún, pero nuevamente desde una perspectiva generalista que, verdaderamente, no contribuye a afianzar el conocimiento de las razones narrativas y discursivas que encumbraron su obra durante casi medio siglo.
En este sentido, el único estudio que ofrece una perspectiva concreta de las fuentes narrativas de las que bebe la creación fortuniana fue publicado por Fraga-Fernández-Cuevas (2012), años después de que viera la luz un trabajo de García-Padrino (2005) que recopiló los libros infantiles que se dejaron influir por el Quijote. Así, Fraga-Fernández-Cuevas incluye la serie Celia y las publicaciones posteriores en esta nómina de lecturas infantiles quijotescas; motivada, sobre todo, por el dominio de la imaginación que determina los actos de Celia y las influencias de los cuentos que había leído previamente. De especial acierto nos parece, en este trabajo, el punto de partida, pues retoma los escritos que Fortún publicó en la prensa acerca de los criterios de selección de obras infantiles y de la importancia de la animación a la lectura; asuntos que no han sido abordados suficientemente para corroborar su pertenencia al patrimonio literario infantil español desde la perspectiva de la educación literaria. Otros paralelismos entre el Quijote y Celia –carácter episódico de las novelas, predominio del diálogo, que permite a los personajes expresarse por sí mismos; perspectiva dual de la cotidianeidad, etc.– nos parecen menos evidentes como pruebas de una filiación directa, aunque resulte innegable su influencia como parte del imaginario español moderno y contemporáneo.
Como visión complementaria al protagonismo que Escobar-Bonilla (1997) otorga a la primera etapa de Celia, a la visión general de Cerrillo (2000) y al análisis quijotesco de Frag-Fernández-Cuevas (2012) se encuentra el estudio de Uría-Ríos (2000), destinado a una de las obras de Elena Fortún más complejas desde el punto de vista editorial: Celia en la revolución; asombroso documento bélico narrado por una Celia adolescente. Uría-Ríos (2000) se centra en el componente ideológico de la novela, a través de un análisis lineal de la narración y de la identificación política que traslucen las palabras de la niña. Por su parte, Sotomayor (2008) aborda la obra desde una perspectiva estructural, siguiendo la visión socio-histórica que Fortún ofrece a través de la transformación interior del personaje infantil. La óptica de análisis no varía, pues, demasiado entre las dos investigadoras.
Años después, Belmonte-Serrano (2013) regresó a esta novela con la intención de resaltar la objetividad del texto como documento bélico, a pesar de la identificación evidente del pensamiento de Celia con el de Elena Fortún. Destacó, también, el papel del humor en la obra como antídoto para “amortiguar esas otras escenas espeluznantes que tanto abundan” (p. 127). Con carácter geocrítico, Fraga-Fernández-Cuevas (2020) publicó en la web de la Biblioteca Regional de Madrid un estudio cartográfico sobre el Madrid de Celia en la revolución, al que se puede acceder desde su portal web.
Al margen de esta novela, pero ligado a las consecuencias ideológicas de la Guerra Civil y de la dictadura posterior, Craig (2000) analizó la censura franquista tanto en las novelas de Fortún como en las de Borita Casas, en contraposición al prototipo de mujer nacional-católica. Centró su estudio en Celia, institutriz en América (retirada en 1945 por la Delegación Nacional de Propaganda), Celia en el colegio (prohibida en 1946 y 1950) y en las supresiones textuales que sufrieron Celia, lo que dice; Celia, madrecita y Celia y sus amigos en 1946.
Como complemento a estos trabajos, es necesario resaltar los estudios dedicados íntegramente al teatro de Elena Fortún; género en el que la autora aportó textos de gran valor literario, pese a que haya sido fagocitado por la fama de Celia y de sus sucesores. Nos referimos a los publicados por Nieva de la Paz (1993) y Molina-Angulo y Selfa-Sastre (2019). En el primero, Nieva de la Paz (1993) subraya la importancia de los textos infantiles creados por la nómina de escritoras del primer tercio del siglo XX, con criterios pedagógicos de ideología liberal y feminista. No nos centraremos, aquí, en el detalle con el que describe las producciones teatrales de las tres autoras; nos interesa, sobre todo, subrayar la necesidad de estudiar la obra de Fortún desde sus principios educativos. El segundo trabajo (Molina-Angulo y Selfa-Sastre, 2019) ahonda en esta cuestión y revaloriza el teatro fortuniano frente al afán moralizador de otras obras teatrales anteriores y coetáneas.
Por último, y para cerrar este bloque de estudios sobre la obra de Elena Fortún desde la perspectiva del análisis del discurso, incidimos en una corriente que, dentro del marco bibliográfico general, constituye una excepción a la mirada literaria: el análisis lingüístico del habla de Celia como muestra genuina de lenguaje infantil.
Tres son los trabajos que se encuadran en esta última tendencia. En primer lugar, el estudio de García-Ruiz (1987), que se sirve de la serie Celia para analizar las dificultades para la adquisición de la norma lingüística y, en segundo lugar, la investigación de De la Fuente González (1987), también sobre la norma lingüística ligada a la comicidad en Celia, como ejemplo de lenguaje de un niño de ocho años. Cinco años después continuó esta tendencia, que se agotó conforme avanzaba la década: De Hoyos Rodríguez (1992) abordó el uso de las formas de futuro en el habla de Celia y Ezpeleta-Aguilar (2019) analizó la lírica popular transcrita en Celia en el colegio, dentro del corpus de las girls’ school stories.
La trayectoria vital de Encarnación Aragoneses: construcción de su identidad, perspectivas sociológicas y estudios de género
Este segundo bloque de obras dedicadas al estudio de la narrativa de Elena Fortún lo conforman las investigaciones dedicadas a analizar su biobibliografía desde una perspectiva sociológica o de género. La vida de Encarna Aragoneses ha suscitado un gran interés, tanto por su homosexualidad como por su pertenencia al círculo de mujeres intelectuales del periodo de entreguerras; revalorizadas hoy como hitos del pensamiento feminista español. Si bien esta perspectiva ha sido desarrollada, en mayor medida, en los últimos estudios –y por ello será la piedra angular del apartado siguiente– consideramos conveniente centrar aquí los orígenes de los estudios actuales, que parten de las primeras biografías y de su epistolario como fuentes principales de investigación.
Así, el principal documento lo constituye la biografía de Dorao-Orduña (1999), trabajo en el que reúne sus datos recogidos a través del contacto con la familia Gorbea-Aragoneses: primeros años, infancia en Segovia y traslados a Santander y Madrid, muerte de su hijo Bolín y viaje a Canarias; retorno a la capital en los años anteriores de la guerra y llegada de Celia; exilio, viaje a EEUU, vuelta a Madrid, etc. Cuatro años después, Dorao-Orduña (2003) retomó esta biografía en un artículo dedicado a la visión de Fortún como soñadora y relatora de cuentos, a modo de resumen biográfico que no añadía datos a los anteriores.
Con carácter previo a la biografía, Dorao-Orduña (1987, 1990) había publicado ya dos estudios: un análisis de los paralelismos biográficos entre Edith Nesbit y Elena Fortún y un estudio sobre el componente biográfico en la creación del personaje de Celia. Del primero de ellos (Dorao-Orduña, 1987), merece ser destacada la reflexión sobre el pensamiento educativo de ambas escritoras, sobre todo en la descripción de los colegios de la época y del tipo de formación que allí se impartía. No compartimos, sin embargo, la visión de Dorao-Orduña al afirmar que la imagen del internado de Celia, en el colegio es positiva; la crítica se hace evidente en más de un relato y el tono de melancolía, sentimiento de abandono y tristeza es mostrado por Celia de manera constante, aunque a veces se vea eclipsado por la espontaneidad y la imaginación de la muchacha.
Tras la publicación de la biografía de Dorao-Orduña surgieron los estudios de género sobre la obra de Elena Fortún, que podrían agruparse en dos grandes bloques: el de los que analizan el bildungsroman que construyen las novelas de Celia y el de los que se centran en la participación de Aragoneses en el pensamiento feminista de la primera mitad del siglo XX. En el primer bloque destacan, por un lado, los trabajos dedicados a la reflexión sobre la independencia de la mujer a través de las distintas niñas que componen la serie (Maharg-Bravo y Bravo, 2003; Caamaño-Alegre, 2007) y, por otro lado, los que se detienen en la dualidad Celia/Fortún y en la interrelación entre personaje y creadora (Capdevila-Argüelles, 2005). Para esta autora, Fortún se sirvió del personaje de Celia para explorar:
la subjetividad creadora de la mujer y otras cuestiones de índole feminista que le resultaban importantes desde el punto de vista de lo personal, tales como el problemático papel de la maternidad en una sociedad que empezaba a debatir activamente la emancipación femenina y la importancia de la educación y el saber como medios para regenerar a la nación y al individuo (2005, p. 263).
En el segundo gran bloque bibliográfico citado anteriormente, que constituye el grueso del corpus de estudios fortunianos con planteamientos feministas, se utiliza la ficción únicamente como marco y como complemento biográfico de las experiencias sociales compartidas en torno al Lyceum Club. Por ello, surgen análisis comparativos de la vida de Fortún con las de otras escritoras, como Carmen Baroja y Zenobia Camprubí (Melián-Pérez, 2005), que estudian la temprana conciencia de la injusticia en cuestiones de género, el sentimiento de desarraigo familiar, la incomprensión hacia la resignación de sus coetáneas, el amor precoz por el estudio y la cultura, la percepción postrera de frustración intelectual y el valor de la amistad como pivote privilegiado sobre el cual girarían sus iniciativas. Este estudio no aporta, sin embargo, demasiada novedad a los datos biográficos que ya se conocían, sino más bien una localización historiográfica de la autora discutible desde el punto de vista literario.
Fraga-Fernández-Cuevas (2013a), por el contrario, ofrece datos y una perspectiva más novedosa en su libro dedicado a la presencia de Fortún en la prensa, aspecto vital que merecía un análisis pormenorizado, tanto por la evolución de su obra como por el ideario pedagógico y social que de estos escritos (y de otros) se infiere.
La línea fundamental que cierran los estudios biográficos sobre Elena Fortún la constituyen los que se dedican a iluminar la etapa de su exilio americano, de la que apenas había datosi. De nuevo son Fraga-Fernández-Cuevas (2013b) y Capdevila-Argüelles (2015) quienes ordenan los avatares que rodearon a las publicaciones de Encarna Aragoneses en América, entre los años 1948 y 1951. La investigación de Fraga-Fernández-Cuevas (2013b) resulta de especial interés, pues aúna la información biográfica conocida con el análisis del epistolario fortuniano de aquellos años, durante las ediciones de Celia se casa, Celia, institutriz en América y El cuaderno de Celia. Capdevila-Argüelles (2015), por su parte, recoge los artículos de Elena Fortún en el diario tinerfeño republicano La Prensa, cuyas series llevan por títulos “Cartas a una mujer tinerfeña” y “El trabajo de la mujer”.
Como complemento, aunque de carácter divulgativo, es necesario añadir el segundo episodio del documental Las Sinsombrero. Ocultas e impecables para RTVE, dirigido por Tània Balló, Manuel Jiménez Núñez y Serrana Torres, en el que se recupera la figura de Elena Fortún, entre otras intelectuales y artistas de aquella generación.
Nuevos lectores, nuevas lecturas. Posicionamiento actual ante la obra de Elena Fortún
Justamente, serán las investigaciones de Fraga-Fernández-Cuevas y Capdevila-Argüelles, que iniciaron una labor conjunta en el año 2015, las que permitan la revalorización de la figura de Encarna Aragoneses en los últimos años, especialmente centrada en la perspectiva de la construcción de su identidad personal y literaria. En este año publicaron un volumen recopilatorio de textos de Fortún y Matilde Ras con el título El camino es nuestro, como figuras representativas del pensamiento feminista español del siglo XX. El texto comienza, de hecho, con una serie de anotaciones manuscritas que parecen traslucir la ambigüedad de género de la autora desde su nacimiento para llegar, después, a la recopilación y clasificación de textos en la prensa en clave de género (Capdevila-Argüelles y Fraga-Fernández-Cuevas, 2015). Así, recuperan las “Cartas a una mujer tinerfeña” –fundamentales, desde nuestro punto de vista, para conocer el ideario fortuniano que le condujo a la creación de la serie Celia y de otras obras– y rescatan, también, algunos textos inéditos hasta la fecha (cuentos que aparecieron en la revista Crónica en los años 30, otros relatos de Celia, etc.).
Como puede observarse, esta monografía supone una consolidación de la línea de análisis de la obra de Elena Fortún como paradigma de la construcción de una identidad oculta, que había comenzado a inicios del siglo XX y que se mantendrá en la actualidad. Ya no se trata, únicamente, de subrayar el pensamiento feminista de la autora sino, sobre todo, de hacer visible su homosexualidad, demostrada en Oculto Sendero, a través del epistolario, la biografía y determinados pasajes de Celia como objetos principales de estudio.
Así pues, la continuación de la labor conjunta iniciada en El camino es nuestro culminó en 2016 con la publicación de la novela fortuniana Oculto sendero, editada por ambas y ampliamente reseñada en la prensa gracias, entre otras razones, al impacto publicitario que tuvo su cubierta. La síntesis con la que promociona la novela la editorial Renacimiento nos parece determinante, puesto que asume, inequívocamente, la homosexualidad de Elena Fortún, confesada en un bildungsroman ampliamente desarrollado en la serie Celia. Esto implica, naturalmente, que las aventuras de la niña vuelvan a ser leídas en clave de género, buscando en ellas los atisbos que puedan vislumbrar la identidad sexual de la autora.
Así, estas dos publicaciones consolidaron la línea feminista/identitaria de investigación sobre la obra de Elena Fortún, suscitando el interés de otras estudiosas (De la Fuente, 2015; Calceglia, 2018; De Pablos, 2018) que insistieron en hacer visible la identidad oculta de Aragoneses.
Como segunda línea de investigación, enmarcada en la lectura de la vida y obra de Elena Fortún bajo la óptica de género, surgen los estudios centrados en su relación con otras escritoras del momento, que fueron figuras influyentes del feminismo español de la primera mitad del siglo XX. Algunos de estos trabajos, como el de Peláez-Albendea (2018), utilizan como fuente el análisis epistolar iniciado en los artículos anteriores; en el resto de los casos sitúan a Fortún en el círculo formado alrededor de la Institución Libre de Enseñanza y de la ideología republicana.
El primero de ellos (Álvarez, 2015) fue publicado en el mismo año en el que vio la luz El camino es nuestro, pero, en este caso, se trata de un estudio comparativo de la vida de Fortún con la de María Teresa León, aun cuando resulte difícil encontrar un hilo conductor común en sus trayectorias personales. Álvarez utiliza como punto de partida la concesión, en 1909, del primer Nobel de literatura a la escritora Selma Largerlöf, para describir, después, a Elena Fortún como parte de la llamada Generación del 14. No añade, sin embargo, ningún dato desconocido ni una nueva lectura de su vida u obra, aunque sí mantiene el espíritu reavivante de la fama de Elena Fortún igualándolo al de otra escritora cuya fortuna crítica ha sido mayor.
Con mayor profundidad aborda Melián-Pérez (2018) el paso de Aragoneses por los estudios de biblioteconomía de la Residencia de Señoritas, en los seis años inmediatamente anteriores al estallido de la Guerra Civil. Recupera, así, su relación con María de Maeztu y, sobre todo, la importancia de la reflexión sobre la educación infantil y la recuperación del patrimonio folclórico español que allí se promovió y que, a nuestro modo de ver, constituye un eje fundamental sobre el que luego se articulará buena parte de la creación de la serie Celia.
Sabida es ya la habilidad natural que poseía Fortún como narradora de relatos infantiles, y parece seguro que esta práctica supuso, para ella, un nuevo impulso en la configuración del personaje que le acompañaría durante toda su carrera, pues de estas experiencias pudo extraer, no sólo parte de la voz de Celia, sino de las respuestas lectoras de los niños ante otros textos infantiles. Años después, durante su exilio en Buenos Aires, Fortún volvió a escribir, esta vez para la revista Crónica, una serie de artículos relacionados con la educación y las bibliotecas infantiles, lo que le condujo a un borrador de Celia, bibliotecaria, que nunca llegó a publicarse (Melián-Pérez, 2018). Nos parecen determinantes estos datos para explicar, no sólo el proceso creativo de Celia, sino su concepción de la infancia y de la literatura infantil en general. Estos artículos deben constituir, creemos, el punto de partida de la recuperación educativa de la obra de Elena Fortún, pues anticipan la modernidad, hoy desconsiderada, de muchos de sus planteamientos narrativos.
Recientemente, y de nuevo en torno a la Biblioteca de Señoritas y al Lyceum Club, se ha recuperado la relación de madrinazgo que se produjo entre María Martínez Sierra y Elena Fortún. Lejárraga, según pone de manifiesto Sánchez-Díaz (2018) fue la impulsora de la carrera literaria de Fortún (cuestión que, no obstante, había sido ampliamente documentada por las investigadoras principales de su obra y su vida); sin embargo, su estudio se centra en los paralelismos entre Oculto sendero y Sortilegio, obras en que ambas mujeres documentaron su inclinación sexual. Esta lectura, que se sustenta sobre seis pilares –caracterización de los personajes, cuestiones léxicas que aluden a la homosexualidad, obras como ejemplo de bildungsroman queer, transgresión de los roles sexuales y suicidio como desenlace del conflicto vital– obvia un aspecto más importante, a nuestro modo de ver, de la relación entre estas dos escritoras: la filiación narrativa que se establece entre los Cuentos breves. Lecturas recreativas para niños firmados como María Lejárraga y los cuentos de Elena Fortún, que fueron publicados con tres décadas de diferencia. No es el objetivo de esta investigadora, pero consideramos necesario abordar esta cuestión para poner de manifiesto la innovación de Aragoneses en el marco de la producción cuentística infantil de la época.
Por último, la Fundación Banco Santander publicó en 2016 el epistolario de Carmen Laforet y Elena Fortún, con prólogos de Cristina y Silvia Cerezales, hijas de Laforet, y de Capdevila-Argüelles. En él se da cuenta de la admiración de Laforet por la creadora de Celia, ya en los últimos años de su vida –desde 1945, año en que vio la luz Nada hasta 1952, fecha de fallecimiento de Elena Fortún–. Peláez-Albendea (2018) reseñó este epistolario, compuesto de 46 cartas, que se centran, sobre todo, en la nueva espiritualidad de Carmen Laforet, unida al acercamiento a la religión que Fortún había experimentado en sus años en Argentina.
En consecuencia, en las últimas décadas se ha consolidado la recuperación de la obra de Elena Fortún desde una perspectiva amplia, con los estudios de los años sesenta del pasado siglo como punto de partida. Al análisis del discurso de su obra, especialmente de la primera serie de Celia. se ha incorporado después una línea muy marcada de estudios de género biobibliográficos, que continúa hoy. En el primer caso, todavía predomina el estudio de la lengua de Celia, dejando un vacío bibliográfico en el análisis pormenorizado de las fórmulas narrativas que tejen sus novelas. En el segundo caso, parece consolidado el discurso identitario de la autora, que emerge de sus escritos personales y de sus publicaciones editoriales.
Resta ahora, pues, investigar la obra de Elena Fortún desde la perspectiva de la didáctica de la literatura, es decir, de la valorización de las posibilidades que proporciona en el seno del aula actual y de las respuestas lectoras que ofrecerían los niños del siglo XXI; con el fin de determinar su actualidad y de discutir, después, la pertinencia de su inserción en el canon de clásicos españoles infantiles contemporáneos.
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Notas
i
Con la excepción de los ofrecidos por Field como principal testigo de aquellos años, de lo que da cuenta, especialmente, la publicación en la Biblioteca Elena Fortún de su epistolario con Aragoneses (Capdevila-Argüelles, 2020).
Notas de autor
* Correspondencia: dmuela@unizar.es