En esta investigación se indaga sobre las vivencias adolescentes en una selección de obras de Hermann Hesse (1877-1962). En ellas se halla una miscelánea de cuestiones personales y sociales. Se trata de obras cercanas al concepto de Bildungsroman o novela de formación. El objetivo de este trabajo es el de analizar una recopilación de doce novelas cuyos contenidos resultan relevantes por cómo se relata la experiencia vital adolescente y se hilvana a relaciones humanas de distinta intensidad y naturaleza. Posteriormente se ha procedido a un análisis de contenidos mediante el programa Atas.ti (versión 23). Su interpretación indica que las obras recrean las siguientes temáticas: la concepción de la contradicción o dualidad humana, la muerte y el suicidio, la cultura como compañía vital, el vínculo afectivo, la formación y una renovación que permite retomar el camino perdido. El conjunto conforma el retrato del adolescente en busca de un sentido de la vida. La obra de Hesse goza de una evidente vigencia que permite enriquecer las lecturas de los jóvenes a los que las coyunturas actuales los impregnan a menudo de un grado preocupante de incertidumbre.
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Cómo citar
Obiols-Suari, N. (2025). Hermann Hesse y el perenne laberinto adolescente en sus obras. Ocnos, 24(1). https://doi.org/https://doi.org/10.18239/ocnos_2025.24.1.499
Obiols-Suari: Hermann Hesse y el perenne laberinto adolescente en sus obras
Introducción
La obra de Hermann Hesse está repleta de laberintos donde el ser humano muestra su
condición perpetua de ser en formación, en una búsqueda incansable del sentido de
la vida. En ella aparecen cuestiones como la dualidad humana y sus contradicciones.
Desde su prisma particular, se tejen momentos de optimismo y serenidad y otros cargados
de pesimismo e indefensión, expresados con su exquisita singularidad literaria. Así,
se observa que la naturaleza humana, las relaciones educativas y la búsqueda de la
realización personal toman relieve en tramas protagonizadas por personajes que son
o fueron adolescentes y que maduran enfrentándose a las vicisitudes de la vida. Con
la pretensión de conocer estas cuestiones, el objetivo de este trabajo es el de indagar
en el contenido de doce obras de Hermann Hesse en las que se detallan vivencias adolescentes.
Desarrollo del tema
Hermann Hesse: entre la crisis mística y la ironía romántica
La adolescencia de Hesse estuvo repleta de crisis que incluso le hicieron considerar
la opción del suicidio, pensamiento que logró revertir y que le condujo a expresar
en su credo “…a pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido” (). No obstante, su existencia estuvo acompañada por sombras acuciadas por las dos
guerras mundiales, la muerte de su padre, el estado mental de su primera esposa y
la enfermedad de uno de sus tres hijos.
Aunque la religión tuvo gran influencia en su vida, siempre se mostró escéptico al
respecto y no se postuló por ninguna creencia (). No obstante, mantuvo su apertura hacia Oriente () como demuestra su viaje a la India, en 1911, con el pintor Hans Sturzenegger, que
realizó por una profunda sensación de angustia () y, aunque no halló respuestas a sus inquietudes (), determinó su obra Siddharta (1922). La influencia paterna y la de su abuelo materno –ambos misioneros en ese
país– había despertado su interés. A pesar de todo, contempló con recelo tanto el
protestantismo como la influencia oriental (): “las formas confesionales y en parte sectarias en que lo conocimos los niños me
resultaron muy pronto sospechosas y casi insoportables” (). Sin embargo, encontró en el arte la salvación. Hesse pintaba, modalidad que cultivó
después de la primera guerra mundial sobre la cual confesó que incrementaba su alegría
y tolerancia (). La contemplación de la naturaleza fue también fundamental, temática principal en
El Caminante, publicada en 1918 ()). En cuanto a la literatura, su contacto con el mundo del libro fue clave, como
cuando trabajó como meritorio en una librería de Tubinga o librero ayudante en Basilea
(). Esta pasión supuso el origen de su trayectoria que culminó siendo merecedora del
Premio Nobel en 1946.
Podría pensarse que una adolescencia crítica, unida a una soberbia vena literaria
en una Europa en conflicto, sería la tormenta perfecta para que Hesse fuera un autor
neorromántico. Sin embargo, no hubo consenso sobre ello () e incluso despertó en él cierta perplejidad ().
Hesse es un autor cuya estela es asombrosa, estudiado desde distintas perspectivas,
con un museo dedicado a su figura, 150 millones de ejemplares vendidos y su traducción
a más de sesenta idiomas. Ha sido epicentro de numerosas iniciativas culturales y
fue nombrado Doctor Honoris Causa por dos universidades, como la de Berna (1947),
época que coincidió con un oscuro asunto () relacionado con la seducción a una menor y sobre el que arguye interesantes planteamientos sobre la relación entre autor y obra. Algo vigente
en los tiempos actuales que genera controversia.
El legado de Hesse: el ser humano ante la encrucijada
En la prolífica obra de Hesse se encuentran encrucijadas en que se debe decidir con
libertad: “Todas las novelas hessianas son variaciones del mismo tema, de la misma
obsesión: la exigencia de la formación individual para una libertad consciente” (). Sus novelas se han considerado propias del Bildungsroman, o novela de formación (), cuyo concepto apareció en 1803 de la mano de Karl Von Morgensten, aunque se popularizó
cuando Wilhem Dilthey lo utilizó (1870) para denominar un corpus iniciado con la obra
de Goethe Los años de aprendizaje de Wilhem Meister (). De hecho, se considera a Hesse clave en la evolución del género ().
Inició su camino literario cuando tenía veinte años con Romantische lieder y stunde hinter mitternacht (1899). Esta última, traducida como Una hora después de medianoche, despertó dudas a su editor, aunque sirvió para evidenciar su valor literario () que se reafirmó en su segunda edición (1948). Más tarde publicó Hermann Lauscher (1900), en la que narra el tránsito de la niñez a la adolescencia de su protagonista.
En 1904, salió publicada una de sus novelas más analizadas, además de brindarle cierta
solvencia económica: Peter Camenzind (1904). En ella, la poesía es la brújula que dirige el destino de su protagonista,
alcanzando la plenitud en una vida sin ningún tipo de opulencias, al estilo franciscano.
De hecho, viajó a Asís, aunque en esta novela narre sus aventuras sin haber estado
aún allí y evidenciando su predilección por la figura de Francisco de Asís (). Dos años más tarde, se publicó Bajo las ruedas (1906), cuyo protagonista es Hans Giebenrath, en la que el dolor adolescente alcanza
puntos álgidos, soportando la presión adulta sin dejarle un ápice de libertad. La
entrega absoluta a sus deberes hasta la extenuación es la tónica general revirtiendo
en un enorme sentimiento de anulación, algo idéntico a su vida ().
En Gertrudis (1910), Kuhn es su protagonista, un músico que vive apasionadamente su profesión.
Durante su adolescencia sufre un accidente que le dejará una lesión en su pierna de
por vida, además de sucederle después de su primer desengaño amoroso. Rosshalde (1914) y Knulp (1915) son novelas que confluyen en aspectos adolescentes. Así, la tristeza existencial,
las relaciones críticas con los progenitores y las amistades deseables e indeseables
toman protagonismo. En la primera (Rosshalde, 1914), Johann Veraguth es el protagonista, un pintor que mal convive con su esposa
Adele con la que tiene dos hijos: el adolescente Albert, que lo detesta, y el pequeño
Pierre, que lo adora. En Knulp (1915) se narran encuentros que mantiene Karl Eberhard con amistades con las que
tiene interesantes conversaciones.
Demian (1919) es una de las novelas más célebres del autor en la que se desvela la historia
de Emil Sinclair que vive contradictoriamente el rol antagónico entre su padre, distante,
y su madre, próxima, algo presente en la vida de Hesse. Demian será el personaje más
influyente en Sinclair, con quien conversa sobre la dualidad humana o la moral a medida,
lo que serán sus fundamentos () y algo muy coyuntural: “...su Demian, lejos de ser un arquetipo válido para cualquier
tiempo, posee una filiación clara y limitada: el hombre de la Alemania derrotada de
1920” (de las Heras en ).
Siddharta (1922) tuvo una enorme repercusión () y a menudo se ha tomado como un referente filosófico y místico, cuando debería considerarse
como poético (). Siddharta y Demian van a la par en cuanto a la búsqueda de sí mismo, surcando etapas
de alienación y desesperación ().
En 1927 vio la luz Die Nürnberger Reise y, el mismo año, otra gran novela: El lobo estepario, de la que se ha dicho prácticamente de todo y leída durante generaciones. En ella,
Harry Haller irá transitando en su vida, mejor o peor acompañado de personas que pondrán
en jaque sus principios. Lo que agita su tormentosa existencia cargada de cinismo
y desilusión. Posteriormente, se publicó Narciso y Golmundo (1930) que, como Siddharta y El lobo estepario, tuvo su adaptación cinematográfica () considerándose la más imperfecta de sus obras (). Empieza con el ingreso de Golmundo en un convento donde conoce a Narciso, ejerciendo
gran influencia sobre su amigo, época en la que el narcisismo era una temática puntera
().
Posteriormente, Hesse publicó otras obras como Viaje al Oriente (1932) o el ensayo Gedenblätter (1937), pero sin duda El juego de los abalorios (1943) significó un compendio entre viejos y nuevos temas ():
“…the meaning and purpose of education, the question of what constitutes a well lived
life, the nature of knowledge and the process of knowing, the need for a harmony between
reason and emotion, the potential educative value of striving and suffering, the teacher-student
relation, the role of dialogue in teaching and learning, the tension between certainty
and uncertainty, the strengths and limitations of different forms of hierarchy and
authority, and the relationship between the individual and society, among others ()”.
Como el título indica, el juego es el eje pedagógico, considerado por Wittgenstein
(). La novela está situada en el año 2400 y los acontecimientos se desarrollan en Castalia,
un peculiar espacio pedagógico que, a modo de templo del saber, admite a discípulos
selectos. Se trata la biografía de Joseph Valet y su formación como Magister Ludi. El desarrollo consiste en una representación de unidad que se ha vinculado a la
corriente de la psicología cultural (). Se la ha comparado al Doctor Faustus de Thomas Mann (), autor con quien mantuvo una firme amistad, como constata su correspondencia ().
Como pasa frecuentemente en la literatura, las novelas de Hesse reflejan aspectos
de su vida que van desde sus crisis adolescentes a la relación con sus padres. En
Bajo las ruedas (1906) muestra su escuela, monasterio que corresponde al mismo que Narciso y Golmundo (1930), el seminario de Württemberg donde pasó dos años y del que huyó, como Golmundo.
Por otra parte, son numerosas las referencias religiosas y van, desde el protestantismo
(Bajo las ruedas), pasando por el hinduismo (Siddharta) y expresando su desilusión sobre los místicos (Narciso y Golmundo) ().
Otra de sus singularidades es la presencia del psicoanálisis, evidente en Demian y Narciso y Golmundo () que conoció a través de Jung (), dejando una importante influencia en sus trabajos (). Hesse sufrió crisis que le aproximaron, como paciente –fue tratado por un discípulo
de Jung– y como lector, a perspectivas vigentes en su época. Por otra parte, es frecuente
encontrar críticas a la desigualdad de clases, poniéndolas de relieve en cuanto a
la asistencia sanitaria () o a la educación (), algo que expresa su coherencia política ().
Recopilación de textos
Para este trabajo se han seleccionado doce obras cuyo contenido está vinculado a la
adolescencia. En algunas, por las relaciones establecidas, en otras, por la edad de
los personajes, y, en todas, por la búsqueda de la realización personal de sus protagonistas.
Los trabajos de , y han servido para definir esta selección en función de, por un lado, tres etapas acordes
a periodos definidos de la vida del autor y, por el otro, la presencia de vivencias
adolescentes suficientemente significativas.
Tabla 1Selección de obras de Hermann Hesse
Título
Título original
Año
Una hora después de medianoche
Ein Stunde nach Mitternach
1899
Hermann Lauscher
Hermann Lauscher
1900
Peter Camenzind
Peter Camenzind
1904
Bajo las ruedas
Unterm Rad
1906
Gertrudis
Gertrudis
1910
Rosshalde
Rosshalde
1914
Knulp (Tres momentos de una vida)
Aus dem Leben Knulps
1915
Demian
Demian
1919
Siddharta
Siddharta
1922
El lobo estepario
Der Steppenwolf
1927
Narciso y Golmundo
Narziß und Goldmund
1930
El juego de los abalorios
Das Glasperlenspiel
1943
Instrumento
Se ha usado el programa Atlas.ti (versión 23) para el análisis cualitativo de contenido.
Este programa se basa en la Teoría Fundamentada (Grounded Theory) de que permite analizar e interpretar informaciones de diversa índole en el marco de
la investigación cualitativa (). Los controles de credibilidad de las etapas y códigos se establecieron a partir
de textos biográficos de Hesse y de su obra (; ; ; ; ; ; ; ; ). Cada uno de estos textos ha aportado información relevante en cuanto a la vida
del autor y los contenidos literarios. Tanto la parte biográfica como la literaria
fueron la base para establecer la estructura de las etapas y los códigos, a partir
de las experiencias adolescentes presentes en sus contenidos.
En cuanto a las etapas, han permitido estructurar la temporalidad de las obras (). Así, se estableció la primera (1899-1906), la segunda (1910-1919) y la tercera
(1922-1943). La agrupación de cuatro novelas por etapa se basa en el criterio de proximidad
temporal, su núcleo narrativo y aspectos biográficos del autor. La primera se caracteriza
por vivencias adolescentes en tiempo presente, en la Europa que inicia el siglo XX
con coyunturas que auguran cambios inminentes. Lo más remarcable es la proximidad
de Hesse con su adolescencia, determinando los contenidos de las obras: Una hora después de medianoche (1899), Hermann Lauscher (1900), Peter Camenzind (1904) y Bajo las ruedas (1906). Ello cambia substancialmente en la segunda etapa, en la que, desde la juventud,
se narra la adolescencia. Hesse ha tomado distancia, lo que le permite reconocerse
a sí mismo, no sin cierta aprensión. Pero, así como en la primera las tramas remiten
a crisis y conflictos adolescentes, aquí es contemplada desde otra óptica, en la que
claramente influyó la paternidad del autor. Incluso en Demian que es en la que la
adolescencia toma más protagonismo. Esta segunda etapa está compuesta por Getrudis (1910), Rosshalde (1914), Knulp (1915) y Demian (1919). En la etapa tercera, el escenario se amplía y se articulan, desde la madurez
de Hesse, los temas de siempre con temas nuevos. El cambio es notorio, en especial
por circunstancias políticas y sociales en Europa y del autor, con sus altibajos conyugales
y al final la pesadumbre por el inevitable paso del tiempo. Las obras de esta etapa
son: Siddharta (1922), El lobo estepario (1927), Narciso y Golmundo (1930) y El juego de los abalorios (1943).
En referencia a los códigos, usando los términos del programa Atlas.ti (versión 23),
son categorías que, como las etapas, parten de cuestiones biográficas y contenidos
literarios. Los códigos se concretaron en: Adolescencia, Incomprensión, Compañeros
de viaje, Vínculos, Renovación y Educación, determinando subcódigos como en la Renovación.
En cuanto a la Adolescencia, se concretó en textos en los que se definía este periodo,
a veces mediante una metáfora del narrador y otras con reflexiones de los personajes.
En cuanto al código Incomprensión, partió de fragmentos en los que los personajes
expresan sentimientos de incomprensión hacia ellos mismos y hacia el mundo en el que
les ha tocado vivir. En referencia a los Compañeros de viaje, el análisis permitió
constatar una alta presencia de autores literarios, musicales o de la filosofía que
son destacados por su gran valor, no solo cultural, sino como un espacio acogedor
donde refugiarse cuando los problemas acechan a los protagonistas. En referencia a
los Vínculos, son fundamentales en las experiencias narradas y se traducen en relaciones
dentro y fuera del entorno familiar, llegando a condicionar decisiones trascendentes
de los personajes. En cuanto a la Renovación, se constata cuando el protagonista establece
un punto y aparte en su vida en el que, o bien crea, o bien el azar le proporciona
una ruptura a partir de la cual vuelve a empezar y prosigue su camino. El código de
Educación ha servido para analizar disertaciones sobre la educación recibida, en la
escuela y en la familia, y que en el caso de Hesse están sólidamente argumentadas
en sus contextos.
Interpretación de la recopilación de las obras
En la figura 1 se puede observar la relación entre las etapas y los códigos. Las tramas generadas
con Atlas.ti (versión 23) evidencian una fuerte dominancia del código Vínculos. El
código Adolescencia es el más condicionado a las etapas de las obras, ya que, a medida
que Hesse va madurando, su descripción como etapa vital se va difuminando. Por otra
parte, la Incomprensión está presente a lo largo de las etapas, seguidamente, los
hechos relativos a la Educación y, posteriormente, los Compañeros de Viaje, cuestiones
que abordaremos en el siguiente apartado.
Figura 1Obras analizadas agrupadas por etapas y vinculadas a los códigos
En el análisis del código Adolescencia, encontramos que la presencia de su definición
es inversamente proporcional a la madurez del autor, siendo más representativa en
la primera etapa y menor en la segunda y la tercera. Cuando alude a ella, se despliega
una extraordinaria riqueza léxica en sus textos, usando adjetivos como desmembrado,
autodestructivo o confuso y sustantivos como enigma o enjambre, términos interesantes
para ser considerados con adolescentes.
La preocupación del autor en definir la adolescencia tiene protagonismo en la primera
etapa, como puede observarse en la figura 2. A medida que el autor va madurando, van tomando fuerza hechos y vivencias, difuminándose
el concepto.
Figura 2Obras de la primera etapa vinculadas al código Adolescencia
Sin embargo, no hay duda de que la novela en la que Hesse profundiza más en el alma
adolescente, remarcando qué la determina y qué la caracteriza, es en Bajo las ruedas (1906), tal como puede observarse en la figura 3.
Figura 3Muestra del código de la Adolescencia en Bajo las ruedas
En referencia al código Incomprensión, hay numerosas ocasiones que reflejan lo incomprensible
en la vida, como en Narciso y Golmundo ():
“…siento el dolor en el corazón y tengo la impresión de que nuestras madres nos dieron
a luz en un mundo sin esperanza, horrible y demoníaco, y que hubiese sido mejor que
no lo hubiesen hecho y que Dios no hubiese creado este mundo terrible... ()”.
Se trata de la incomprensión que despierta el desamor o la muerte –esperada o inesperada–
de gran interés para el autor: “se ha convertido para mí en algo importante y precioso”
().
En general, este código aparecerá en todas las etapas y, en consonancia, hay fragmentos
de gran relativismo moral. Así se expresa en Knulp: “La esencia del bien no existe
si lo azul vale tanto como lo amarillo y lo malo tanto como lo bueno” (), idea reiterada en El lobo estepario. No escatima adjetivos para describir lo incomprensible como desolador o enervante
o sustantivos como hipocresía, náusea o angustia, términos muy sarterianos.
Esta incomprensión revierte en la dualidad humana cuyo destino debe ser la unidad
(), eje principal de Demian y El juego de los abalorios. Como si una larga reflexión se hubiera cristalizado en su obra de madurez, exponiendo
que superándola se combate el egocentrismo ().
Por otra parte, no hay duda de que dejarse acompañar en la vida por la cultura es
fundamental, siendo elevada la presencia del código de Compañeros de viaje, en Narciso y Golmundo, permitiendo encontrar el sentido a la vida (). También en El juego de los abalorios, desgranando autores, músicos, filósofos, obras de arte y deleites paisajísticos
como acompañantes ideales para transitar por la vida.
La compañía artística se refleja en Narciso y Golmundo siendo la música la más remarcable (), en la que destaca Johann Sebastian Bach del que fue ferviente admirador (). También se encuentran Beethoven, Pachelbel, Schubert, Schütz, Chopin, Gluck, Händel,
Haydn y Mozart.
La literatura es fundamental en la primera etapa, con novelistas rusos o poetas alemanes.
Destacan plumas como Dostoievski, Hölderlin, Schiller, Novalis, Goethe, Ibsen y Lessing.
Hesse cultivó su afición lectora descubriendo novelistas italianos y se apasionó por
la literatura francesa o rusa (). En su núcleo familiar, tuvo enorme peso la literatura alemana del siglo XVIII y
dedicó años de lectura a Goethe.
Otro acompañante es la filosofía, estable en las tres etapas, a la que consideraba
un “deporte” en su vida (). Destacan figuras como Sócrates, Platón, Aristóteles, Schopenhauer, Nietzsche, Hegel
y Kant, del que confesó que “no ha ejercido sobre el espíritu alemán una influencia
pura y exclusivamente bienhechora” (). La presencia de Nietzsche en sus novelas será objeto de estudio () y la consideró obra de culto a partir de 1897 () revelando su influencia en El Lobo Estepario (1927).
Finalmente, sus descripciones paisajísticas merecen atención () especialmente en Narciso y Golmundo. Su última compañera, Ninon Hesse, relató que, poco antes de morir, pidió que lo
llevaran a Monte Sighignola, desde donde contempló una vista espectacular: “Como siempre,
era hermoso vivir la intensidad con la que H. veía todo” (). Como si buscara en el paisaje natural la reconciliación con la vida y además consiguiera
alcanzarla.
En referencia al código Vínculo, Hesse se reconocía poco sociable () algo contrapuesto a su significativa presencia, especialmente en la tercera etapa.
Puede aparecer como un amor excelso –Narciso y Golmundo–, o como el sentido de la vida –Siddharta–, tanto de amistad, mentoría, amorío o familiar, siendo estos últimos los más numerosos.
Los vínculos aumentan con las etapas y, en la primera, es la amistad el más representativo,
algo coherente con la presencia notoria del código Adolescencia.
Así se expresa el vínculo de amistad en Gertrudis: “Bien mirado, una hora como ésta, al lado del vino y de un buen amigo, si los hay,
y dedicada al agradable conversar sobre esta vida tan extraña, es una de las mejores
cosas que se pueden desear” (). Ningún personaje es comprensible sin sus vínculos y sus fructíferas conversaciones.
En cuanto al amoroso, toma direcciones que van desde el deseo hasta el amor idealizado
(). Aprender a amar es una preocupación, como Erich Fromm plasmó en El arte de amar (1956), y se constata en El lobo estepario cuando enaltece amar sin condiciones (): “El amor no debe pedir ni tampoco exigir” (), declarando que el amor desinteresado es el más puro (Hesse, 1984) y garante de
felicidad ().
Otro vínculo es el establecido con el mentor. Hesse tuvo uno que lo determinó, David
Friedrich Strauss (), y son muchas las novelas en las que se refleja. Por ejemplo, con el zapatero Flaig
de Bajo las ruedas () y en El juego de los abalorios, en la que hace la siguiente descripción: “el penetrante mirar de sus ojos zarcos
no asustaba, porque no era sólo penetrante, sino, además, jovial, de una jovialidad
no riente ni sonriente, pero sí suavemente radiante y tranquila” ().
Aunque el vínculo contiene luces, como el de las madres adoradas en Demian y en Peter Camenzind, también hay sombras, como la indeseable, aunque añorada progenitora en Narciso y Golmundo. Las figuras paternas ocasionalmente son manchas que oscurecen la existencia, como
en Demian, o seres que arrastran gran culpabilidad, como en Rosshalde.
Como puede verse en la figura 4, el código Renovación es un punto de inflexión en las novelas, aunque no el más presente,
siendo en Siddharta y Narciso y Golmundo donde toma protagonismo representándose simbólicamente a través del río, como tránsito
en Siddharta, o fuente de renovación, como en El lobo estepario (). El viaje será otro cauce de Renovación, presente en Peter Camenzind en un viaje a Asís donde “…volví a sentir los mismos anhelos que me asaltaron en
los tiempos de mi adolescencia” ().
Figura 4Obras analizadas vinculadas a los subcódigos de Renovación
No puede expresarse mejor la Renovación que en Una hora después de medianoche ():
“Incipit vita nova. Pues me he convertido en un ser nuevo, en un milagro del que yo mismo soy testigo,
en un ser sosegado y activo al mismo tiempo; dueño de bienes -los más valiosos tal
vez no los conozca aún-, los doy y los recibo ()”.
Una renovación constante y una ruptura necesaria, aunque dolorosa, como “el punto
más tenebroso de esta crisis adolescente, cuando la vergüenza, la apatía e incluso
ideas de suicidio asaltan al narrador, es cuando se produce la inflexión” (). Ahí es donde se produce una renovación hilvanada a la muerte (), a veces física, como en Bajo las ruedas o El lobo estepario (), y otras siendo inicio de una nueva etapa.
En cuanto al código Educación, cabe destacar que es constante en la obra de Hesse,
siendo relevante en El juego de los abalorios, mostrando su complejidad () y sus luces y sombras. Hesse no escatima disertaciones sobre lo que significa educar
y el modo en que debería hacerse. A menudo se encuentran instantes vinculados a la
educación y se incardina a familia y escuela, aunque es en la segunda en la que recae
mayor negatividad, como puede verse en la figura 5.
Figura 5Subcódigos de positividad y negatividad sobre la Educación
Con esta contundencia se expresa en Hermann Lauscher():
“Con la asistencia al colegio, empezó mi vida humana social (…). Allí empiezan los
afanes y las desesperanzas, el conflicto y la conciencia de la persona, insuficiencia
y desavenencia, lucha y miramientos y todo el ciclo interminable de los días ()”.
Hesse guardaba recuerdos horrendos de su etapa escolar “…en la que había estado a
menudo muy próximo a naufragar” (). Objeta la imposición de límites a la imaginación (), siendo El juego de los abalorios la novela con más crítica () y en la que se vislumbra la pedagogía de Paulo Freire (), además de principios roussonianos (), concretándose en las acciones de los personajes ().
Hesse relata su periplo educativo antes de ingresar en el colegio: “sabía cantar canciones
y silbar con los dientes y otras cosas valiosas para la vida” (), no como después donde lo vivencial pasaba a ser minimizado. Y, como puede verse
en Bajo las ruedas (), queda claro quién es el culpable:
“Todos aquellos mentores de juventud, desde el director hasta su padre, desde los
profesores a los ayudantes, tan conscientes todos de su deber, veían en Hans un obstáculo
a sus deseos, algo obstinado y perezoso que había que dominar y conducir de nuevo
por la fuerza al buen camino ()”.
Estas críticas van vinculadas a sus ideales educativos () ya que pensaba que los métodos tradicionales generan lo que se define en Hermann Lauscher como “el bochornoso ambiente de un correccional” () y, en Gertrudis, en cuanto a la indefensión generada: “En el último año ya no me esforcé” (). La amalgama de críticas a la escuela no solo se fundamenta en lo discutible del
método. También sobre la hipocresía con el discípulo. Así lo ilustra Hesse cuando
habla de su segundo año de colegio ():
“El arte de la mentira y de la diplomacia se lo debo a mi segundo año de colegio,
en el que un preceptor y un ayudante me enseñaron estas habilidades, después de que
yo, con mi sinceridad e ingenuidad infantiles, me hubiese atraído una desgracia tras
otra. Estos dos pedagogos me aclararon con éxito que la honradez y el amor a la verdad
eran virtudes que ellos no buscaban en los alumnos ()”.
La mala educación escolar también consta en Peter Camenzind cuando relata el castigo infringido entre alumnos encargado por el maestro (). De hecho, cuando su madurez le permitió reflexionar con más distancia, en El lobo estepario acusa a los maestros de ahorradores que pasan por normales y hasta socialmente valiosos
(), algo inherente a su experiencia (). Así Pierre (Rosshalde) describe a su profesor ():
“...es tan pesado... Si se cuenta alguna historia, no lo hace por entretener..., ¡qué
va!, sino nada más que como lección de algo. Y al final siempre vamos a parar a que
los niños buenos deben hacer esto y lo otro... ()”.
Por supuesto, no todas las críticas recaen en la escuela, también en la familia, con
cierta idealización materna, algo propio en su vida: “Mi madre estaba llena de música,
mi padre no, él no sabía cantar” (). La familia es seno de melancolía y duda sobre cómo educar bien a los hijos. Algo
que destaca como un camino inconcluso: “El padre puede transmitir al hijo en herencia
la nariz y los ojos y hasta la inteligencia, pero no el alma. Ésta es nueva para cada
hombre” () y revierte en una educación inevitable, como consta en este diálogo en Siddharta ():
“No le obligas, ni le pegas, ni le mandas, y es que sabes que lo blando es más fuerte
que lo duro, que el agua es más potente que la roca, que el amor es más vigoroso que
la violencia. Conforme y te elogio. Sin embargo, ¿no te equivocas pensando que no
le obligas ni castigas? ¿No le atas con tu amor? ¿No le avergüenzas día a día y le
dificultas sus obras con tu bondad y paciencia? ()”.
Conclusiones
La pretensión de este artículo es desvelar el alma adolescente en la creación literaria
de alguien que la vivió intensamente. En sus obras es como si Hesse propusiera al
adolescente indagar en la respuesta de estas dos preguntas: 1) ¿Quién soy? 2) ¿Qué
hago yo en el mundo?
Respecto a la primera pregunta, ¿Quién soy?, Hesse traza sendas de la propia identidad
sin establecer idealidades. No hay héroes ni iconos. Hay personas, con luces y sombras,
que se manejan con su materia ética de la mejor, o de la peor, manera que pueden.
En casi todos hay un brillo especial: el de la rebeldía, una condición sine qua non que le permite avanzar, a la que bautiza como un “Hombrecillo” () y que cuando asoma hace surgir resentimiento por el abrupto despertar de la infancia.
Un punto de inflexión que cataloga haciendo cómplice al lector: “sentimiento agridulce
de felicidad que suele acompañar nuestros paseos sobre las sendas de la infancia”
() y que aparece en Bajo las ruedas, en la que la represión de esa rebeldía es causa de muerte. Las críticas al sistema
escolar, origen de casi todos los males, se mantiene a lo largo de las etapas. También
la muerte será constante, abordando el suicidio, algo sumamente preocupante en la
actualidad () y que ensombreció la adolescencia de Hesse.
La segunda pregunta, ¿Qué hago yo en el mundo?, se vincula al conocimiento. Se llega
a este mundo y merece la pena conocerlo con una “curiosidad insaciable” () que reconoce habérsele despertado con la literatura infantil: “En los cuentos de
mi madre había superabundancia de mundos y puentes para mis sueños” (). Hemos visto pasión por la música, la filosofía, la naturaleza y la literatura siendo
la base de la formación moral. Obviamente el background cultural de Hesse era más aventajado que el de la mayoría de las personas. No obstante,
emular el goce por la cultura –algo tan burgués, como él mismo lo cataloga ()– es lo que hace que los personajes no solo sobrevivan, sino que hacen de la cultura
el sentido de su vida, incrementándose con el paso de los años. A más madura el padre
de Siddharta más valora la cultura, siendo notorios los compañeros de viaje en la tercera etapa,
junto con los vínculos. No sólo es el conocimiento lo que permite mantenerse a flote,
sino también vincularse, por la vía de la amistad, del amorío, de la familia o del
respeto a un mentor. Entremezclados en variedad de circunstancias, siendo las más
evidentes las relaciones de amistad y amorosas. Desde el subliminal amor homosexual
entre Narciso y Golmundo, al torrente de pasiones en El lobo estepario. Con mentores definidos, como en El juego de los abalorios, a mentorías diluidas, como en Gertrudis. Todo educa con una fluidez que, sin objetivos premeditados, propone un campo abierto
de intercambio. A veces en positivo, con el reconocimiento de la humildad para dejarse
acompañar. Otras, en negativo, con conflictos y enfrentamientos.
Los vínculos están unidos a la Renovación. De hecho, muchas de sus experiencias como
adolescente marcan un antes y un después, por ejemplo, cuando las malas compañías
–“‘golfos’ y estudiantes mayores de mala fama” ()– determinan su modo de ver la vida. No solo eso, sino que dejarán en Hesse una admirable
capacidad de retratar esas almas rebeldes que buscan en caminos siniestros la salida
a la laberíntica existencia. De hecho, una de sus mejores bazas es cuando desvela
esa atracción fatal por lo que se desvía del camino. Algo que no podemos ignorar puesto
que todos los adolescentes pasan por eso. Hesse convivirá con las crisis durante toda
su vida y, a pesar de los pesares, las combatirá revertiéndolas: “me sirvió de defensa,
de coraza contra el mundo exterior” (). Algo que Torrente Ballester definió cuando se refería a los beneficios de no haber
superado ese combate “Quizá, si lo hubiese realizado, aunque sólo fuera aproximadamente,
no hubiera sido díscolo, inconformista ni rebelde” (). Una rebeldía que encaja en una respuesta a la segunda pregunta, siendo la más esencial:
vivir. En Bajo las ruedas, no se pudo, en Demian, sí:” …el individuo ha de tener el valor moral suficiente como para vivir de acuerdo
con lo que le dicta su ser interno” (). Además de poner en relevancia “su postrera –e involuntaria- gran lección: de la
maravillosa e inagotable complejidad de la vida humana” (De-las-Heras en ). Una pulsión vital que recuerda una vez más a Erich Fromm y su biofilia () expresándose en Narciso y Golmundo como “el brío prodigioso del puro impulso vital” ().
Si bien es cierto que en ocasiones se ha malinterpretado a Hesse, encasillándolo como
un autor místico y hippie (), también es verdad que su valor literario supera de lejos esa banalización de considerar
sus libros como de autoayuda. Esgrime situaciones de dolor que ponen en la encrucijada
al ser humano y su valor literario es extraordinario. Leer sus textos como recetarios
espirituales es empobrecer su legado. A pesar de que fue un best-seller durante décadas
logrando despertar su propia incertidumbre ().
Lejos de ser un remedio, lo que sí puede generar al adolescente es un encuentro fructífero.
Hace años, en una conversación, un terapeuta especialista en adolescencia comentó
que una de las cosas que más le preocupaba era que sus pacientes no sabían encontrar
las palabras para expresar lo que sentían. Y si algo tiene el acto de leer es proporcionarlas
generosamente, además de otros beneficios que poco deberían importarnos cuando lo
disfrutamos. Cuando Hesse describe la adolescencia como ese “mar agitado de enigmas
y comienzos” ( ) ya es un buen pretexto para ese encuentro desde una perspectiva humanista (). Una confluencia que puede permitir la comprensión hacia uno mismo porque “…la juventud,
aunque tenga un buen guía, no tiene piloto y ha de buscar por sus propias fuerzas
la ruta y la salvación” (), a pesar de que no sea nada fácil. Es “el proceso hacia sí mismo, el Weg nach Innen,
esa característica autobúsqueda de tantos personajes de Hermann Hesse” () que inevitablemente debe conducirnos al riesgo de vivir. Un riesgo que puede conllevar
lo más inquietante de la existencia, tal como ocurre a los personajes de Hesse. Pero
el riesgo merece la pena y tiene recompensa, como comenta en su epílogo Siegfried
Unseld: “…si tuvo un mensaje fue éste: arriésgate con valor a tu obstinación, sé tan
libre y sumiso como Peter Camenzind y Josef Knecht. Hesse lo fue. Su manera de pensar,
su manera de actuar y su vida eran idénticas” ().
Financiación
Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de investigación “Mestres i
lectura. El compromís docent amb la cultura humanística (+LECT)”, de la Agencia de
Gestión de Ayudas Universitarias y de Investigación (código 2023 ARMIF 00013) y del
IREUB (Institut de Recerca en Educació de la Universitat de Barcelona) del que la
autora es miembro.
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